Alberto Poletti: “La final del mundo la jugaron 7 jugadores de inferiores: más es imposible”
“Era una noche indócil, llovía, hacía frío”, recuerda Alberto Poletti sobre el 16 de octubre de 1968: así tiene que ser el marco, épico, hostil, en las jornadas destinadas a la historia, como aquella noche en que Estudiantes de La Plata empató ante Manchester United para consagrarse campeón del mundo.
Una hazaña que se empezó a gestar tiempo antes, recuerda el arquero de aquel equipo comandado por Osvaldo Zubeldía. Poletti llegó al club en 1964, para acoplarse a un proceso de inferiores que había comenzado un año antes, con la llegada de Miguel Ignomiriello, quien organizó el fútbol juvenil y comenzó a traer jugadores de distintos puntos del país.
Poletti llegó proveniente de Sacachispas, muy joven pero ya con experiencia en Primera división, luego de que Miguel Ignomiriello lo viera atajar y se sorprendiera al encontrar a quien consideraba sería “el próximo Ogando”. Pero, recuerda de todos modos, tuvo que superar varias pruebas: lo vieron atajar contra la Reserva, en una noche sepultada en el tiempo, el 25 de marzo, en que el primer equipo, en preparación para el torneo, enfrentó al brasileño Jabaquara. En el preliminar, jugaron la Reserva contra la Tercera, y allí atajó Poletti.
Luego volvieron a probarlo en un amistoso contra Cambaceres, equipo que, recuerda Poletti, ya había enfrentado como arquero de la Primera de Sacachispas, con apenas 15 años, una experiencia que fue, recuerda, “hacerse de golpe”. De aquel encuentro contra el elenco de Ensenada Poletti recuerda haber encontrado a un Manuel “Payo” Pelegrina todavía en actividad, con 44 años, en tiempos donde “los jugadores no se retiraban, seguían jugando en el ascenso”. Todavía recuerda también cuando jugó contra Brown, y jugaba allí el histórico de Banfield Gustavo Albella: “Entré a jugar y el 10 era un canoso, ¿y esto como es?”, se ríe hoy Poletti.
El héroe de Manchester convenció (Ignomiriello recuerda que en el entretiempo de estas pruebas, pidió que lo sacaran, para que no lo viera nadie más) y firmó con Estudiantes. Pero a prueba, por un año, porque la dirigencia opinaba que había ya demasiados arqueros. Ignomiriello disentía, y habló directamente con Mariano Mangano para que incorporaran al portero de Sacachispas. El tiempo le daría la razón: Poletti firmó a prueba por un año, terminó su contrato al terminar la temporada de la Tercera en el año 64, le renovaron y apenas en el segundo encuentro de 1965, con 18 años, fue llamado para atajar en la Primera por Osvaldo Zubeldía.
“Durante la pretemporada ya jugué algunos partidos en la Primera, jugamos incluso la Copa Pastor contra Gimnasia… y no me fue bien, tuve la culpa del segundo gol, me echaron la culpa de los dos goles”, recuerda Poletti. Así, el primer partido de la temporada lo jugó, para la Primera, Oleinicky. Pero tuvo una lesión y al segundo partido lo llamaron a Poletti.
Que siguió, de todos modos, con algunas dudas. “Los primeros partidos no fueron buenos, me pusieron ‘Catrasca’”, se ríe. “No me fue bien, perdimos 2 a 0 y me hice los dos goles yo. El martes me sacaron, el viernes me pusieron de vuelta: jugábamos con Newell’s, ganábamos 1 a 0 y saqué una pelota, pifié y se la di al 9 rival. El 9 rival lo erró, Joao Cardoso. En la siguiente jugada, Cardoso viene con la pelota, le saco la pelota, pase mío y gol de Conigliaro”.
Allí, dice, comenzó a asentarse. “Me llevó siete, ocho partidos adaptarme a la categoría. Pero me adapté, y tan mal no me fue: ese año terminé siendo un buen jugador de un equipo que salió quinto. De haber salido casi últimos (Estudiantes fue 14º de 16 equipos) pasamos a salir quintos, era un campañón”, cuenta Poletti. El arquero fue el comienzo de un proceso más amplio: Osvaldo Zubeldía comenzó a mezclar “jugadores grandes que había traído, con los chicos”. Subieron a Primera Juan Ramón Verón, cuya temporada fue jaqueada por una lesión en la rodilla; también Eduardo “Bocha” Flores, que pasó a jugar de 10 con Osvaldo; Carlos Pachamé; hubo minutos para Malbernat, “que cuando se tranquilizó fue un gran lateral defensivo”, también para Manera, Aguirre Suárez, Bedogni. Se comenzaba a gestar el equipo de Manchester.

– Algunos dicen que la del 64, la que integró usted, también Verón, Pachamé y Flores, fue la verdadera Tercera que Mata, que la del 65, que campeonó, tenía menos jugadores.
– No, la verdadera Tercera fue la del 65. En el 64, perdimos el campeonato contra Rosario Central, nos ganaron por un punto. Al año siguiente, empieza el campeonato de Tercera contra Central: le ganamos 5 a 1, ese fue el último partido que jugué en Tercera.
– En ese campeonato perdido contra Central, en el 64, hay un partido clave que se juega en Rosario, y donde todavía hay algunas sospechas…
– Sí. Nos anularon un gol. El gol de ellos fue un gol en contra, le pegó al “Negro” Aguirre y se me metió. Pero lo empatamos, con gol de corner, y el referí lo anuló… Con el tiempo me lo encontré y me dijo que le habían dado mil dólares para que ganara Central. Un referí que dirigió poco en Primera, lo dieron de baja, se dedicó a otra cosa…
– ¿Cómo ve hoy, con el paso del tiempo, aquel proceso que conformó Miguel Ignomiriello en inferiores?
– Yo le digo siempre a Miguel: la final del mundo la jugaron 7 jugadores de inferiores: yo atajé, jugaron Tato Medina, Aguirre Suárez, Malbernat, Pachamé, Verón, Echecopar… Y la ganaron. ¡Y no jugaron Manera, Bocha! Más es imposible: si otro consigue hacer eso que me llamen por teléfono, nunca más en la historia.
– Una de las actuaciones más recordadas de la noche Manchester es la suya.
– Creo que lo hice bastante bien. Jugué infiltrado: la lesión que tenía en la cadera, a esa altura, se iba agrandando. Me infiltraron para sacarme el dolor, jugué sin dolor, y jugué bien.
– Esa lesión es la que lo persiguió toda la carrera…
Sí, hasta que largué, a los 28 años. Siempre fui un arquero pensante y técnico más que físico, analizaba mucho lo que hacía, y con el tiempo me convertí en un arquero importante. creo que si no hubiera tenido lesiones, hubiera tenido un recorrido más importante.
– Y a pesar de la lesión, como le decía, tuvo un partido extraordinario. ¿Viste cuando estás con todos los faroles prendidos? Cuando empezó el partido estaba muy bien, la verdad. En una de las primeras pelotas, me puntean una pelota en el área: la gente pensó que era gol, pero me tiré y la agarré. La gente gritó gol, yo me levanté con la pelota en la mano y se las mostré, la tengo yo, no es gol. Esas actitudes de los arqueros tranquilizan a tus compañeros, por eso digo que Martínez, en el Mundial, fue tanto o más importante que Messi. Un monstruo. Yo no vi un arquero en un Mundial argentino más importante, fue más importante que Fillol y eso que Fillol es gigante.

– Además de esa pelota, que es su intervención más famosa en el partido, hubo otras chances de gol que tapó.
– Le tapé una Denis Law, en el área chica, yo vengo corriendo de izquierda a derecha, el tipo va a definir y me tiro encima de él. La pelota me quedó enganchada en el cuerpo. El primer tiempo mío fue brillante, ellos atacaron mucho más en ese primer tiempo. Y era una noche indócil, llovía, hacía frío. Y con la ropa que usábamos nosotros… teníamos más agua en la camiseta que en los riñones. Raúl me decía “estoy congelado”. ¿Y yo, que estaba parado? Pero el partido se los manejamos. Ellos tenían seis o siete jugadores campeones del mundo, pensaban que nos hacían cuatro goles, estaba la cancha llena, armaron un programa de televisión y nos decían que éramos animales, hicieron toda una parábola… Entonces eran todos adversarios, en contra de los argentinos. Nos amenazaron, incitaban a la violencia. Pero cuando pasaban los minutos se dieron cuenta de que la cosa no era tan fácil…
– ¿Cuánto del planteo de Osvaldo se terminó dando en la cancha?
– Todo. Osvaldo había mandado a Urriolabeitia a espiarlos, tenía una película de los tipos, y tenía una capacidad para analizar, para diagnosticar lo que iba a pasar… Cuando terminó la charla técnica, anticipó el resultado, escribió que íbamos a ser campeones. Acertó hasta el resultado, más no se puede. Este país, a los tipos que hicieron algo en su profesión, los han echado. Zubeldía fue un hombre adelantado, y se tuvo que ir a dirigir a Colombia. En Colombia lo reconocen más que en Argentina. La ciudad de La Plata tiene un campeón del mundo y no le dan bola…